jueves, 9 de enero de 2014

Intervencionismo estadounidense en el Caribe durante la Guerra Fría (IV): República Dominicana

En el contexto de la lucha anticomunista en el Caribe por parte de EEUU durante la Guerra Fría, hay que destacar el envío de miles de soldados estadounidenses a la República Dominicana en abril de 1965. Su objetivo era reprimir un movimiento que intentaba restaurar en el poder al derrocado presidente progresista y democráticamente electo Juan Bosch.
File:Flag of the Dominican Republic.svg
Bandera de la República Dominicana. Imagen
vía Wikimedia Commons (dominio público).

El golpe de Estado de septiembre de 1964 que depuso a Bosch tuvo como detonante principal la promulgación de la Constitución de 1963 por parte de aquel gobierno. Ésta establecía, entre otras cosas, la libertad política, religiosa y de expresión; el derecho a la vivienda; o el retorno de los disidentes políticos y exiliados durante el régimen de Trujillo. Prohibía, además, los monopolios, o la apropiación de extensivas tierras, entre otros tantos proyectos innovadores que provocaron que diversos sectores acusaran a Bosch de “comunista”. Esta es la razón fundamental de la intervención de EEUU de lado de uno de los dos bandos que se enfrentaron en la guerra civil posterior a la insurrección popular favorable a Bosch, 7 meses después de su caída. Estos “constitucionalistas" fueron considerados comunistas peligrosos por parte del presidente estadounidense Lyndon B. Johnson, quien anunció la intervención militar de la República Dominicana el día 28 de abril, argumentando el combate al comunismo y el salvamento de los cientos de ciudadanos estadounidenses que residían o se encontraban de visita en el país, de suerte que fueran escoltados con seguridad a su regreso a EEUU. Sin embargo, ambas razones tenían poco peso:
- Por un lado, el grado de participación de los comunistas había sido cuestionada; además, no representaban un peligro real, pues la exigencia de los "constitucionalistas" era el retorno al gobierno de Bosch que, en teoría, no era comunista, sino simplemente democrático y progresista.
- Por otro lado, ningún estadounidense había resultado siquiera herido hasta entonces.

En la siguiente infografía, extraída de un blog de un profesor, podemos ver un resumen esquematizado sobre la invasión militar estadounidense del 28 de abril de 1965 y de la presencia posterior extranjera en el país, que se extendería hasta septiembre de 1966:

Otro recurso para tratar el tema de la invasión de la República Dominicana por parte de EEUU en los años 1965 - 1966 es la siguiente presentación flash extraída del portal de la educación dominicana "Educando". Este recurso trata con detalle -y con muchas e interesantes imágenes- el conflicto armado en la capital del país, Santo Domingo, donde se produjeron la mayor parte de los combates:  http://www.educando.edu.do/Userfiles/P0001/File/parte1/p01.swf

Por otro lado, tenemos el siguiente artículo procedente de un diario digital dominicano, “Hoy Digital”: http://hoy.com.do/la-intervencion-militar-norteamericana-de-1965/Lo que primero se observa, que es también lo que nos parece más interesante del artículo, es cómo el autor quiere transmitir la sensación de caos y muerte generalizada en aquellos días de abril de 1965, una auténtica guerra civil entre el gobierno y militares rebeldes. Pero el punto de inflexión, como todo el mundo puede deducir, fue la llegada de las tropas estadounidenses, alertadas por el embajador de EEUU en Santo Domingo. Al final, el autor informa al lector de que el relato no lo ha realizado “movido por el rencor, sino por un sentimiento de justicia hacia el pueblo dominicano”. Y es que a esta invasión le siguieron unos años de intervención indirecta de EEUU en los asuntos dominicanos, pues en 1966 fue elegido un nuevo presidente con el apoyo abierto del gobierno estadounidense, que además fue uno de los gobernantes títeres de la dictadura de Trujillo (1930 - 1961).

Para terminar, ponemos algunos fragmentos de los capítulos en los que el periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano refleja estos acontecimientos en su “El siglo del viento”, la tercera parte de la famosa trilogía histórico-periodístico-ficcional “Memoria del fuego”:
"1965.
Santo Domingo.
[...] Sube la marea popular, y subiendo hace el aparte entre los militares que habían servido a Trujillo: a un lado deja a los que están baleando pueblo, dirigidos por Imbert y Wessin y Wessin, y al otro lado a los dirigidos por Francisco Caamaño, que abren los arsenales y reparten fusiles.
El coronel Caamaño, que en la mañana desencadenó el alzamiento por el regreso del presidente Juan Bosch, había creído que sería cosa de minutos. Al mediodía comprendió que iba para largo, y supo que tendría que enfrentar a sus compañeros en armas. Vio que corría la sangre y presintió, espantado, una tragedia nacional. Al anochecer, pidió asilo en la embajada de El Salvador.
[...] El insomnio, la crujidera de dientes y el hambre de uñas le vienen de los tiempos de Trujillo, cuando él era oficial del ejército de la dictadura y cumplía o veía cumplir tareas sombrías, a veces atroces. Pero esta noche está peor que nunca. En la duermevela, no bien consigue pegar los ojos, sueña. Cuando sueña, es sincero: despierta temblando, llorando, rabiando por la vergüenza de su pavor.
Acaba la noche y acaba el exilio, que una noche ha durado. El coronel Caamaño se moja la cara y sale de la embajada. Camina mirando al suelo. Atraviesa el humo de los incendios, humo espeso, que hace sombra, y se mete en el aire alegre del día y vuelve a su puesto al frente de la rebelión".
“1965.
Santo Domingo.
132 noches ha durado esta guerra de palos y cuchillos y carabinas contra morteros y ametralladoras. La ciudad huele a pólvora y a basura y a muerto.
Incapaces de arrancar la rendición, los invasores, los del todo poder, no tienen más remedio que aceptar un acuerdo. Los ningunos, los ninguneados, no se han dejado atropellar. No han aceptado traición ni consuelo. Pelearon de noche, cada noche, toda la noche, feroces batallas casa por casa, cuerpo a cuerpo, metro a metro, hasta que desde el fondo de la mar alzaba el sol sus flameantes banderas y entonces se agazapaban hasta la noche siguiente. Y al cabo de tanta noche de horror y de gloria, las tropas invasoras no consiguen instalar en el poder al general Imbert, ni al general Wessin y Wessin, ni a ningún otro general”. 

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